miércoles, 21 de febrero de 2024

Capítulo 1: II. La revelación, el tiempo y los milagros.

II. La revelación, el tiempo y los milagros

Si con el apartado I, del Capítulo I, el Curso nos hacía la presentación de los 50 Principios de los Milagros, con el apartado II del Capítulo I, el Curso nos abre sus puertas para que nos adentremos de lleno en los mensajes metafísicos que, como relucientes joyas, adornan las enseñanzas del mismo.

No puedo menos que aceptar la invitación que me propone dichas enseñanzas y adentrarme en el análisis de cada una de sus aportaciones. Quiero hacerte extensible esta invitación y te propongo acompañarme en dicho propósito.

La metodología que me propongo utilizar, se basa en escudriñar cada uno de los mensajes que se encuentran detallado en el Curso y tratar de llevarlo a la aplicación práctica.


1. La revelación produce una suspensión completa, aunque tem­poral, de la duda y el miedo. 2Refleja la forma original de comuni­cación entre Dios y Sus creaciones, la cual entraña la sensación extremadamente personal de creación que a veces se busca en las relaciones físicas. 3La proximidad física no puede proporcionarla. 4Los milagros, en cambio, son genuinamente interpersonales y conducen a un auténtico acercamiento a los demás. 5La revelación te une directamente a Dios. 6Los milagros te unen directamente a tu hermano. Ni la revelación ni los milagros emanan de la con­ciencia, aunque ambos se experimentan en ella. 8La conciencia es el estado que induce a la acción, aunque no la inspira. 9Eres libre de creer lo que quieras, y tus actos dan testimonio de lo que crees.

Jesús, a través de este mensaje, trata de enseñarnos la diferencia que existe entre la “revelación” y los “milagros”.  Lo primero que nos dice, es que la revelación suspende completamente, aunque temporalmente, la duda y el miedo. Ya sabemos que la duda y el miedo forman parte de la mente separada y que antes de esa creencia, el miedo no existía. Es evidente, que percibirnos separados del Creador, nos sitúa en una posición de “abandono”, de “soledad” ilusoria, pero creíble para el ego, cuya existencia la percibe temporal y transitoria, teniendo su inicio con el nacimiento del cuerpo y teniendo su fin con la muerte de éste. Esa creencia le produce miedo.

Con la revelación, el canal directo de comunicación del Creador con su creación, nos sitúa de nuevo en la consciencia de lo que somos. La criatura, mientras que se encuentra en el seno de su madre, no tiene ninguna necesidad. Es alimentada directamente y su estado es de gozo y de paz. De igual manera, cuando a través de ese instante revelador tomamos consciencia de que Dios es nuestro sustento, el miedo y la duda no tienen lugar de ser.

Mientras que la experiencia de la revelación es totalmente personal, el milagro se manifiesta en un contexto interpersonal. Podríamos describir estas experiencias de la siguiente manera. Mientras que en la revelación, tenemos consciencia directa de nuestro Padre, a través del milagro tenemos consciencia de la unidad que existe en la Filiación y que la percibimos a través de las relaciones con nuestros hermanos.

Ambos caminos nos muestran el rostro inefable del Creador. La revelación es una canal directo que nos une a nuestro Creador y los Milagros es el canal a través del cual expresamos nuestra divinidad en unión a nuestros hermanos.

2. La revelación es algo intensamente personal y no puede trans­mitirse de forma que tenga sentido. 2De ahí que cualquier intento de describirla con palabras sea inútil. 3La revelación induce sólo a la experiencia. 4Los milagros, por otra parte, inducen a la acción. 5Por ahora resultan más útiles debido a su naturaleza interpersonal. 6En esta fase del aprendizaje, obrar milagros es importante porque no se te puede forzar a que te liberes del miedo. 7La reve­lación es literalmente inefable porque es una experiencia de amor inefable.

¿Has tenido alguna vez una revelación? Aquellos de vosotros que la hayáis tenido tendréis la certeza de que ha sido así.

Me voy a tomar la libertad de compartir con vosotros una experiencia personal relacionada con el tema que estamos analizando. Voy a transcribir, el texto, tal y como lo escribí en su momento. Lo hice, dado lo peculiar de la vivencia, para que no se me olvidase. En ese momento, no era consciente de que algún día la pudiese compartir:

“Estas líneas es un intento de dejar constancia escrita de una idea que fue revelada a mi mente en la tarde del día, 27 de mayo de 2015, sobre las 20 horas.

No suelo dejar por escrito todas las ideas que llegan a mi mente, pero esta la considero tan  inédita, que a pesar de tener una base ya pronunciada en algunas enseñanzas innovadoras, como Un Curso de Milagros, lo que la convierte en significativa es que su revelación me llevó a una certeza que tan sólo se alcanza cuando se experimenta.

Cuando utilizo el término “experimentar” debo hacer una aclaración. No se trata de una experiencia procedente de la percepción de los sentidos, sino de una experiencia fuera del tiempo y del espacio, es decir, procedente tan sólo de un estado mental superior.

Dicha idea o, mejor dicho, visión mental, me llevó a la certeza interna de que la Unidad es una Realidad y tan sólo se produce a nivel Mental Superior. Esta revelación se hizo certera en mi interior, permitiéndome ver que todos mis hermanos y yo mismo somos una misma Mente.

Cada uno de nosotros, somos el desarrollo de un guion escrito por esa Mente Una, que en su labor creadora se proyecta dando lugar a la multiplicidad de individualidades, aparentemente separadas, pero que en verdad, están desarrollando, ilusoriamente, una escenas que en el tiempo lineal da lugar a los estados de pasado, presente y futuro. Ese guion forma parte de un pensamiento fugaz del Hijo de Dios que propició un error mental: la separación. Pero, tan solo fue un error que creemos revivir una y otra vez, cuando en verdad nunca ocurrió, pues la Mente es Una con su Fuente y dicha Fuente es Dios y Dios es Uno.

A nivel práctico, una vez que mi conciencia ha vuelto al mundo de la percepción, esa idea me ha dejado un grato recuerdo que me sigue de guía a la hora de experimentar este mundo ilusorio. Lo utilizo como estímulo para llevar a cabo mi único trabajo: perdonar verdaderamente, es decir, negar la pecabilidad, la culpa y el castigo”.

3. La reverencia se debe reservar sólo para la revelación, a la que se puede aplicar perfecta y correctamente. 2No es una reacción apropiada hacia los milagros porque un estado de reverencia es un estado de veneración, lo cual implica que uno de rango infe­rior se encuentra ante su Creador. 3Tú eres una creación perfecta y deberías sentir reverencia solamente en presencia del Creador de la perfección. 4El milagro es, por lo tanto, un gesto de amor entre iguales. 5Los que son iguales no deben sentir reverencia los unos por los otros, pues la reverencia implica desigualdad. 6Por consi­guiente, no es una reacción apropiada hacia mí. 7Un hermano mayor merece respeto por su mayor experiencia, y obediencia por su mayor sabiduría. 8También merece ser amado por ser un her­mano, y devoción si es devoto. 9Es tan sólo mi devoción por ti lo que me hace merecedor de la tuya. 10No hay nada con respecto a mí que tú no puedas alcanzar. 11No tengo nada que no proceda de Dios. 12La diferencia entre nosotros por ahora estriba en que yo no tengo nada más. 13Esto me coloca en un estado que en ti es sólo latente.

En este punto, aparte de hacernos comprender que tan sólo debemos sentir reverencia por nuestro Creador, lo más importante, es la claridad aportada por Jesús, al compartir el vínculo de igualdad que debe prevalecer entre aquellos que formamos la totalidad de la Filiación Divina. Siendo Él, el humano más avanzado de toda la Filiación, nos aclara que no debemos dirigirnos a Él con reverencia, sino con respeto y obediencia, en su condición del nivel alcanzado que lo sitúa como el hermano mayor, dada su mayor experiencia y su mayor sabiduría.

Es hermosa la apreciación que nos aporta Jesús al marcar la diferencia actual entre Él y nosotros:  “No tengo nada que no proceda de Dios. La diferencia entre nosotros por ahora estriba en que yo no tengo nada más”.


4. "Nadie viene al Padre sino por mí" no significa que yo esté en modo alguno separado de ti o que sea diferente, excepto en el tiempo, y el tiempo no existe realmente. 2La afirmación tiene más sentido desde el punto de vista de un eje vertical que de uno horizontal. 3Tú estás debajo de mí y yo estoy debajo de Dios. 4En el proceso de "ascensión" yo estoy más arriba porque sin mí la distancia entre Dios y el hombre sería demasiado grande para que tú la pudieses salvar. 5Yo salvo esa distancia por ser tu her­mano mayor, por un lado, y por el otro, por ser un Hijo de Dios. 6La devoción que les profeso a mis hermanos es lo que me ha puesto a cargo de la Filiación, que completo porque formo parte de ella. 7Tal vez esto parezca contradecir la afirmación "Yo y el Padre somos uno"; pero esa afirmación consta de dos partes en reconocimiento de la mayor grandeza del Padre.

Todos somos Uno en la Mente de Dios. Al igual que la criatura que nace del vientre materno, es igual, a todas las criaturas que han precedido a ese nacimiento, bien es cierto que sin negar esa igualdad, cada una de ellas se encuentra en un nivel diferente en lo que podemos llamar “proceso consciencial”.

Somos Dios en formación, lo que significa que hemos sido creados a Imagen y Semejanza de nuestro Creador, pero ese “estado” debemos entenderlo a nivel potencial. El Hijo de Dios debe alcanzar la condición de Ser Padre, lo que significa que debe utilizar los poderes creadores de los que ha sido creado.

Toda criatura al nacer del vientre de su madre, lleva implícito, en estado potencial, la capacidad para llegar a convertirse en un ser capacitado para crear vida. Pero esa condición se adquiere tras un proceso de aprendizaje, de toma de consciencia. Este proceso de aprendizaje ha de llevarnos a despertar a la verdadera realidad que somos. El Hijo de Dios, cree haber perdido la conexión directa de comunicación con su creador. Ese estado lo ha sumergido en un pesado sueño donde no se ha olvidado de su verdadero origen. Esta es la razón por la que se habla del proceso de despertar, que no es otra cosa que recordar nuestra condición divina.

Cuando esto se produzca, retornaremos a nuestro Hogar, donde retomaremos la conexión con nuestro Padre, pero de una forma consciente.

Jesús recordó su verdadero linaje y su propósito no es otro que, mostrarnos el camino que Él recorrió y que le llevó ante las puertas del Cielo.

Es en este sentido que debemos comprender la situación que ocupamos dentro del esquema que dibuja el proceso consciencial.


5. Las revelaciones son indirectamente inspiradas por mí debido a mi proximidad al Espíritu Santo y a que me mantengo alerta para cuando mis hermanos estén listos para recibir la revelación. 2De esta manera puedo obtener para ellos más de lo que ellos podrían obtener para sí mismos. 3El Espíritu Santo es el mediador entre la comunicación superior y la inferior, y mantiene abierto para la revelación el canal directo de Dios hacia ti. 4La revelación no es recíproca. 5Procede de Dios hacia ti, pero no de ti hacia Dios. 6El milagro reduce al mínimo la necesidad del tiempo. 2En el plano longitudinal u horizontal el reconocimiento de la igualdad de los miembros de la Filiación parece requerir un tiempo casi interminable. 3El milagro, no obstante, entraña un cambio súbito de la percepción horizontal a la vertical. 4Esto introduce un inter­valo del cual tanto el que da como el que recibe emergen mucho más adelantados en el tiempo de lo que habrían estado de otra manera. 5El milagro, pues, tiene la propiedad única de abolir el tiempo en la medida en que hace innecesario el intervalo de tiempo que abarca. 6No existe relación alguna entre el tiempo que un milagro tarda en llevarse a cabo y el tiempo que abarca. 7El milagro substituye a un aprendizaje que podría haber durado miles de años. 8Lo hace en virtud del reconocimiento implícito de la perfecta igualdad que existe entre el que da y el que recibe en la que se basa el milagro. 9El milagro acorta el tiempo al producir su colapso, eliminando de esta manera ciertos intervalos dentro del mismo. 10Hace esto, no obstante, dentro de la secuencia tem­poral más amplia.

Sin duda alguna, para mí, una de las más bellas lecciones que nos aporta el Curso de Milagros.

El tiempo o relación longitudinal (horizontal) representa una de las leyes más arraigadas del mundo de la percepción, del mundo físico, la ley de causa y efecto. Debo mencionar, que a pesar de que esta ley es de una evidencia manifiesta que podemos comprobar si estudiamos a la naturaleza, para el ser humano no acaba de ser tan evidente. No todos aceptamos nuestra participación como co-autores de aquellas vivencias que experimentamos, sobre todo de aquellas, cuyos efectos no nos son gratas de digerir. Es como si dijéramos que los frutos recolectados de nuestra siembra no nos pertenecen, dada su mala calidad.

Cosechamos aquello que sembramos. Si hemos sembrado amor, cosecharemos amor. Si hemos sembrado discordia, cosecharemos discordia y, cuando lo hagamos, nos aceptaremos nuestra participación en tales hechos.

Esa negativa, esa resistencia, nos lleva a perpetuar los errores, los comportamientos conflictivos y dejamos en manos del “maestro” tiempo, la cura y la rectificación de los mismos.

Tal vez hayas intuido ya que la razón de que esto sea así, se encuentra en el nivel de las causas, es decir, en el nivel de la mente, donde únicamente podremos sanar la relación. La resistencia a ser consciente de nuestra participación directa en aquello que experimentamos, debemos buscarla en la creencia errónea en la separación. Al vernos separados de nuestros hermanos, los tratamos como los agentes causantes de nuestras desgracias, lo que despierta sentimientos de ira, de odio, de rencor, de venganza, de ataque.

El milagro, la visión basada en el amor, nos lleva a restablecer la consciencia de la unidad entre la Filiación. A través del perdón, de la visión inocente, se hace innecesaria la participación del tiempo que "todo lo cura" y, en su lugar, damos vida al instante santo del perdón, el milagro, que colapsando el tiempo, instituye la curación y sana la comunicación con el mundo y con nuestra divinidad.

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